Continúo con el segundo fragmento de la traducción del capítulo Alfred del libro Word Freak de Stefan Fatsis. Ojalá les resulte interesante.
Alfred Mosher Butts nació en 1899 en Poughkeepsie, el más joven de los cinco chicos de Allison Butts, una prominente abogada local, y Arrie Mosher. Luego de graduarse en la Universidad de Pensilvania en 1924 con un título en arquitectura, Alfred se unió a una firma de New York, Holden McLaughlin and Associates, y ocupó un departamento en el Upper East Side con su nueva esposa, Nina. Trabajó en casas suburbanas en los condados de Westchester y Fairfield y en un proyecto de club housing para muchachos en Madison Square. En 1931, la Depresión se profundizó, la firma recortó los salarios en un 20%, y luego despidió algunos empleados. Butts estaba entre ellos. Tenía 32 años.
Butts intentó poner a prueba sus postergados intereses en la escritura, pintura e ilustraciones. Creó una docena de impresiones de escenas de New York usando tinta India sobre lienzo de arquitecto, el cual pasaba a través de una máquina de planos. Butts las llamó “las impresiones Vandyke” porque usó tonos marrones. Hizo 150, y vendió algunos a $3 la unidad. (Un dentista local dio tres al Museo de Arte Metropolitano, el cual compró tres más. Todavía están en la colección permanente del Met). Butts pintó con acuarela. Escribió ensayos y obras, las cuales recolectaron avisos de rechazo. Nada generaba demasiados ingresos. Incluso luego de conseguir un trabajo como estadístico en una agencia de beneficencia federal, todavía tenía bastante tiempo libre y no suficiente dinero.
Juegos, pensó. La gente necesita distracciones durante tiempos difíciles. Estudió tres tipos: juegos de “figuras en un tablero”, juegos de números que usaban dados o cartas y juegos de letras. “Todos éstos tienen un antiguo linaje”, Butts escribió en su “Estudio de Juegos” de tres páginas, el cual continuaba, “El origen de los juegos de tablero es desconocido, pero en el séptimo siglo en India, encontramos el juego de ajedrez más desarrollado. Los juegos numéricos más simples se juegan con dados, formas que fueron encontradas en los restos de las primeras civilizaciones. Las cartas de juego de hoy, combinando números y símbolos, todavía llevan sus diseños medievales. Los juegos de alfabeto fueron conocidos por los Griegos y los Romanos.”
El Ajedrez es un juego de pura habilidad, escribió Butts. El Backgammon combina la suerte y la habilidad, proveyendo “un entretenimiento más satisfactorio y duradero”. El bridge estaba invadiendo la nación, pero era demasiado intrincado para las masas. Butts notó que esos tres juegos eran de sus dos primeras escuelas: piezas móviles en un tablero y números. “Es curioso”, escribió, “que mientras dos de las tres bases de juegos de mesa han alcanzado tan interesantes desarrollos, el tercero no haya producido nada mejor que Anagramas.”. No es que hubiera nada malo con Anagramas. Butts y sus hermanos jugaban al juego, que venía en una caja, mientras crecían. Pero no era tan popular como el Ajedrez o el Bridge. Necesitaba algunos ajustes.
En el estudio de Stanfordville, Bob Butts saca una edición de Alfred de 1903 de “Los Trabajos de Edgar Allan Poe”. Marcada con un ticket de depósito del Stissing National Bank de Pine Plains, New York, está la primera página de un cuento titulado “El Escarabajo Dorado”, en el cual el personaje Legrand resuelve un cifrado acerca de un tesoro escondido comparando los símbolos con las letras del alfabeto. “Ahora, en Inglés”, escribió Poe, “la letra que ocurre más frecuentemente es la e. A continuación, la sucesión sigue: a o i d h n r s t u y c f g l m w b k p q x z.” (Poe ni siquiera estaba cerca). “La E sin embargo, predomina tan remarcadamente que una sentencia individual de cualquier longitud es raramente vista en la que no sea el caracter prevaleciente”.
Poe inspiró en Butts un momento eureka.
“Se deduce que los juegos de palabras deberían ser jugados no con un revoltijo de letras,” escribió, “sino con una mezcla tan proporcionada que las letras individuales ocurran con la misma frecuencia con que lo hacen en la formación normal de palabras.”.
Eso resolvería un problema de Anagramas. Sería más fácil formar palabras si las letras aparecieran en forma proporcionada a su uso en el lenguaje. Otro problema, escribió, era que el juego era demasiado lento. En vez de sacar una ficha a la vez, Butts sugirió dar a los jugadores un puñado de letras que pudieran reorganizar en palabras obteniendo y descartando otras fichas. El resultado iba a ser un juego de palabras “con una velocidad apropiada; un excelente balance entre la habilidad de los jugadores y la suerte en lo que se obtenía.”.
Continuó: “No es trivial ni complejo, pero puede ser jugado y disfrutado tanto por chicos como por el más afilado de los estudiantes (…) El valor real de un juego depende, por supuesto, de su valor de entretenimiento, pero, si en adición, sus jugadores obtienen un vocabulario más amplio, un conocimiento mayor de la estructura de palabras y su ortografía, posee algo que ningún juego de cartas o tablero puede igualar (…) LEXICO (del griego léxikos, que significa palabras) es ese juego”.
Alfred Butts era un neófito en la lingüística. Aparte de las meditaciones ficticias de Poe, no tenía otra fuente secundaria que le dijera cuál era la frecuencia de uso de las letras en el lenguaje inglés. Butts no había estado muy interesado en las palabras antes de tomar la decisión de crear un juego de palabras. Pero estaba concentrado en ello: En cada cosa que hacía, Butts era meticuloso. En papel gráfico, en letra imprenta mayúscula, registraba el tiempo preciso de salida, llegada y distancia viajada, a la décima milla, en excursiones automovilísticas. Una colección de postales estaba indexada de acuerdo a un sistema propio de clasificación (anfiteatros, 3E4; globos, 4E2; montañas Catskills, 2E3; cuarteles de sirvientes, 3F1; almacenes, 6C). Incluso desdeñando el hecho de jugar como una dedicación seria, Butts tenía la mente organizada y matemática de un jugador.
Butts sacó sus elementos de arquitectura y se puso a trabajar. Sus archivos están llenos de hojas de cálculos conteniendo veintiséis filas, una por cada letra, y marcas en barra en grupos de cinco, denotando su aparición en una u otra publicación. La historia popular es que Butts descubrió la distribución de letras en Scrabble contando las letras de la portada del The New York Times. En verdad, usó muchas fuentes, incluyendo el Times, el New York Herald Tribune, y el The Saturday Evening Post.
El 5 de Octubre de 1933, Butts subrayó con tinta verde y marrón todas las palabras de nueve letras o más en la página 21 del Herald Tribune, en la página de obituarios; la noticia de muerte de Earl Cadogan, el representante Británico del Comité Olímpico Internacional, incluía las palabras landowner, hereditary, suceded, assisting, lieutenant, commandant, secondary y viscontcy. En total había 125 palabras de nueve letras, y Butts las escribió en largas columnas en letra imprenta en la parte izquierda de una hoja y luego anotó la frecuencia de sus letras en una columna a la derecha:
A-71,B-5,C-50,D-55,E-157,F-13,G-36,H-18,I-107,J-2,K-4,L-33,M-27,N-105,O-98,P-34,Q-2,R-92,S-76,T-97,U-36,V-12,W-10,X-5,Y-16,Z-1
Incrementó el número de palabras y desglosó la frecuencia de letras por porcentaje: Creó una lista de mil palabras de cuatro letras o más y registró el porcentaje de acuerdo al largo de las palabras. Comparó la frecuencia de las letras en palabras de distintas longitudes de una página de un diccionario, contra una página del The Saturday Evening Post, muestreando un total de 12.082 letras y 2.412 palabras. Combinó muestras de diferentes fuentes, un estudio de 18.165 letras incluyendo 6083 letras del Times.
Página, tras página, tras página de viejos y arrugados papeles con las notaciones de un contador de porotos salidas de los Archivos. Imagino al pequeño Alfred que luce tan paciente en las fotografías, calvo y tras sus anteojos, como un Don Knotts inexpresivo, inclinado sobre algunos diarios o revistas en el departamento del quinto piso en Queens, contando letras. No hubiera importado para el éxito o la comercialización de su juego si hubiera habido diez u once o quince letras E. Pero la mente perfeccionista de Butts insistía en que debía resolverlo. La importancia de que el juego estuviera correcto era suprema.
Fragmento extraído de “Word Freak: heartbreak, triumph, genius and obsession in the World of competitive Scrabble players" copyright © 2001 Stefan Fatsis. Ediciones Penguin Books, páginas 91-94.En unos días, la tercera parte de la historia de Alfred Mosher Butts...