Vencer el temor a cambiar
En general, cuando nos iniciamos en Scrabble tememos utilizar nuestros turnos para cambiar fichas por considerar a esta decisión una pérdida innecesaria de puntos, dejando el cambio solo para las situaciones más desesperadas. Probablemente, hayamos heredado esta forma de pensar de los juegos tradicionales de tablero con dados y casillas, donde una de las mayores penalidades es perder uno o más turnos. En Scrabble, la pérdida de un turno, cuando es bien aprovechada, no nos retrasa sino que puede darnos mucha ventaja más adelante en la partida. Al poco tiempo de aprender a jugar, y cuando todavía pensaba en los cambios como un castigo, me sorprendí al ver cuántas veces los jugadores avanzados cambiaban sus fichas en partidas de Scrabble competitivo. Por lo tanto, es necesario tener una visión más positiva y natural del cambio de fichas: Cambiar fichas también es hacer una jugada. Y como toda otra jugada, si tiene valor estratégico, traerá sus recompensas en el corto o largo plazo. Ésta es una de las habilidades que más práctica lleva conseguir y sólo tras muchas partidas y experiencia podremos tomar mejores decisiones respecto a cuándo realizar un cambio y en ese caso, qué letras cambiar, aspectos cruciales del juego.
Evaluar la posibilidad de un cambio de fichas
Cuando nuestro atril es pobre, cuando no complementa bien con las jugadas en el tablero, cuando no podemos ejecutar un movimiento que nos brinde un valor estratégico adicional y, aún así, elegimos colocar fichas, probablemente sólo obtengamos puntajes bajos y sigamos con el atril desbalanceado, empobrecido y sin mucha renovación. Es entonces cuando tenemos que preguntarnos: ¿Vale realmente la pena jugar sobre el tablero o conviene realizar un cambio? Como toda decisión estratégica, deberemos evaluar las ventajas y desventajas de cada una de las dos opciones. A continuación presentaré algunos argumentos a favor y otros en contra de los cambios pero, por ahora, es importante haberse planteado seriamente el interrogante.
Cuestión de puntos
Una partida de Scrabble se gana haciendo más puntos que el oponente. Esto no es ninguna novedad, pero sirve para recordar que armar palabras bonitas, jugadas pintorescas y tener el orgullo de haber cambiado pocas veces, no nos garantizará ninguna victoria. La jugada óptima es aquella que brinda la mayor cantidad de puntos en el turno actual y en los subsiguientes, dada una determinada configuración del tablero, minimizando a la vez las posibilidades del oponente de obtener puntajes altos. A partir de esta definición tentativa de jugada óptima, queda claro que un cambio puede ser una jugada óptima aún dejándonos sin puntos en el turno actual, al tener un impacto muy positivo en los turnos siguientes. A la vez, podríamos pensar en qué cantidad mínima de puntos justificaría más una jugada en el tablero que un cambio. Una cantidad aceptable de puntos por turno dependerá del nivel de experiencia del jugador, pero en general se puede decir que aquellas jugadas que no superen los quince o veinte puntos no tienen demasiado valor, a menos que con ellas estemos bloqueando estratégicamente algún otro movimiento vital del contrincante, o que el tablero esté muy cerrado, estemos al final de la partida en una situación muy pareja y que cada punto cuente.
Una última opción antes del cambio
Supongamos que hayamos decidido cambiar fichas y ya hemos elegido cuáles, teniendo en cuenta los conceptos de administración del atril previamente discutidos. Pero antes de cambiarlas, debemos asegurarnos, como última posibilidad, de que no es posible jugar esas mismas fichas en el tablero, aunque sea por pocos puntos (de todas formas esperábamos obtener 0, y mejor algo que nada). De esta manera, si encontramos un lugar donde jugar las letras que queremos cambiar, lograremos nuestro objetivo con el mínimo costo. En este último caso también hay que tener presente que si esa jugada abre oportunidades ventajosas al contrincante, mejor es abstenerse y echar las fichas en la bolsa.
El cambio falló
A veces, tomamos correctamente la decisión de cambiar y seleccionamos las fichas adecuadas para el cambio, pero la bolsa decide ser muy cruel con nosotros y entregarnos otro atril desastroso. Si bien esto no se da en la mayoría de los casos, ocurre con la suficiente frecuencia como para preocuparnos. Supongamos que teníamos el atril AAEEIRU y tras dejar ERA, por ejemplo, la bolsa nos regala este hermoso nuevo atril: AAAEIIR. Mientras tanto, el oponente sigue sacando ventaja. Muchos quizás dudarían de cambiar una segunda vez, pero lo cierto es que hay que retomar el análisis una vez más y poner todas las variables en la ecuación para decidir si cambiar o no, independientemente de la jugada anterior. Sin prejuicios. Si resulta que hay que volver a cambiar, pues a cambiar se ha dicho. Sin miramientos.
En general, cuando nos iniciamos en Scrabble tememos utilizar nuestros turnos para cambiar fichas por considerar a esta decisión una pérdida innecesaria de puntos, dejando el cambio solo para las situaciones más desesperadas. Probablemente, hayamos heredado esta forma de pensar de los juegos tradicionales de tablero con dados y casillas, donde una de las mayores penalidades es perder uno o más turnos. En Scrabble, la pérdida de un turno, cuando es bien aprovechada, no nos retrasa sino que puede darnos mucha ventaja más adelante en la partida. Al poco tiempo de aprender a jugar, y cuando todavía pensaba en los cambios como un castigo, me sorprendí al ver cuántas veces los jugadores avanzados cambiaban sus fichas en partidas de Scrabble competitivo. Por lo tanto, es necesario tener una visión más positiva y natural del cambio de fichas: Cambiar fichas también es hacer una jugada. Y como toda otra jugada, si tiene valor estratégico, traerá sus recompensas en el corto o largo plazo. Ésta es una de las habilidades que más práctica lleva conseguir y sólo tras muchas partidas y experiencia podremos tomar mejores decisiones respecto a cuándo realizar un cambio y en ese caso, qué letras cambiar, aspectos cruciales del juego.
Evaluar la posibilidad de un cambio de fichas
Cuando nuestro atril es pobre, cuando no complementa bien con las jugadas en el tablero, cuando no podemos ejecutar un movimiento que nos brinde un valor estratégico adicional y, aún así, elegimos colocar fichas, probablemente sólo obtengamos puntajes bajos y sigamos con el atril desbalanceado, empobrecido y sin mucha renovación. Es entonces cuando tenemos que preguntarnos: ¿Vale realmente la pena jugar sobre el tablero o conviene realizar un cambio? Como toda decisión estratégica, deberemos evaluar las ventajas y desventajas de cada una de las dos opciones. A continuación presentaré algunos argumentos a favor y otros en contra de los cambios pero, por ahora, es importante haberse planteado seriamente el interrogante.
Cuestión de puntos
Una partida de Scrabble se gana haciendo más puntos que el oponente. Esto no es ninguna novedad, pero sirve para recordar que armar palabras bonitas, jugadas pintorescas y tener el orgullo de haber cambiado pocas veces, no nos garantizará ninguna victoria. La jugada óptima es aquella que brinda la mayor cantidad de puntos en el turno actual y en los subsiguientes, dada una determinada configuración del tablero, minimizando a la vez las posibilidades del oponente de obtener puntajes altos. A partir de esta definición tentativa de jugada óptima, queda claro que un cambio puede ser una jugada óptima aún dejándonos sin puntos en el turno actual, al tener un impacto muy positivo en los turnos siguientes. A la vez, podríamos pensar en qué cantidad mínima de puntos justificaría más una jugada en el tablero que un cambio. Una cantidad aceptable de puntos por turno dependerá del nivel de experiencia del jugador, pero en general se puede decir que aquellas jugadas que no superen los quince o veinte puntos no tienen demasiado valor, a menos que con ellas estemos bloqueando estratégicamente algún otro movimiento vital del contrincante, o que el tablero esté muy cerrado, estemos al final de la partida en una situación muy pareja y que cada punto cuente.
Una última opción antes del cambio
Supongamos que hayamos decidido cambiar fichas y ya hemos elegido cuáles, teniendo en cuenta los conceptos de administración del atril previamente discutidos. Pero antes de cambiarlas, debemos asegurarnos, como última posibilidad, de que no es posible jugar esas mismas fichas en el tablero, aunque sea por pocos puntos (de todas formas esperábamos obtener 0, y mejor algo que nada). De esta manera, si encontramos un lugar donde jugar las letras que queremos cambiar, lograremos nuestro objetivo con el mínimo costo. En este último caso también hay que tener presente que si esa jugada abre oportunidades ventajosas al contrincante, mejor es abstenerse y echar las fichas en la bolsa.
El cambio falló
A veces, tomamos correctamente la decisión de cambiar y seleccionamos las fichas adecuadas para el cambio, pero la bolsa decide ser muy cruel con nosotros y entregarnos otro atril desastroso. Si bien esto no se da en la mayoría de los casos, ocurre con la suficiente frecuencia como para preocuparnos. Supongamos que teníamos el atril AAEEIRU y tras dejar ERA, por ejemplo, la bolsa nos regala este hermoso nuevo atril: AAAEIIR. Mientras tanto, el oponente sigue sacando ventaja. Muchos quizás dudarían de cambiar una segunda vez, pero lo cierto es que hay que retomar el análisis una vez más y poner todas las variables en la ecuación para decidir si cambiar o no, independientemente de la jugada anterior. Sin prejuicios. Si resulta que hay que volver a cambiar, pues a cambiar se ha dicho. Sin miramientos.
Continuará...
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